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ANTIFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 26, 7. 9

Oye, Señor, mi voz y mis clamores. Ven en mi ayuda, no me rechaces, ni me abandones, Dios, salvador mío.

Se dice Gloria

ORACIÓN COLECTA

Señor Dios, fortaleza de los que en ti esperan, acude, bondadoso, a nues­tro llamado y, puesto que sin ti nada puede nuestra humana debilidad, danos siempre la ayuda de tu gracia, para que, en el cumplimiento de tu volun­tad, te agrademos siempre con nuestros deseos y acciones. Por nuestro Señor Jesucristo…

MONICIÓN

El Señor liberó a su pueblo de los egipcios y lo levantó, para llevarlo hacia él. Pero Dios pide a Moisés que su pueblo lo escuche y guarde su alianza, para sea su especial tesoro y se convierta en un reino de sacerdotes y en una nación consagrada.

PRIMERA LECTURA

Serán para mí un reino de sacerdotes y una nación consagrada. Del libro del Éxodo: 19, 2-6

En aquellos días, el pueblo de Israel salió de Refidim, llegó al desierto del Sinaí y acampó frente al monte. Moisés subió al monte para hablar con Dios. El Señor lo llamó desde el monte y le dijo: “Esto dirás a la casa de Jacob, esto anunciarás a los hijos de Israel: ‘Ustedes han visto cómo cas­tigué a los egipcios y de qué manera los he levantado a ustedes sobre alas de águila y los he traído a mí. Ahora bien, si escuchan mi voz y guardan mi alianza, serán mi especial tesoro entre todos los pueblos, aunque toda la tierra es mía. Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación consagrada’”.

Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 99

R. El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo.    
Alabemos a Dios todos los hombres, sirvamos al Señor con alegría y con júbilo entremos en su templo. R. El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo.

Reconozcamos que el Señor es Dios, que él fue quien nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño. R. El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo.

Porque el Señor es bueno, bendigámoslo, porque es eterna su miseri­cordia y su fidelidad nunca se acaba. R. El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo.

Monición

San Pablo nos habla de la prueba suprema de que Dios nos ama, a pesar de nuestros pecados: Cristo murió por nosotros. Y concluye que ahora, que hemos sido ya reconciliados, participaremos más abundantemente de la vida de su Hijo.

SEGUNDA LECTURA

Si la muerte de Cristo nos reconcilió con Dios, mucho más nos reconciliará su vida.

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 5, 6-11

Hermanos: Cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado, Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado. Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores.         

Con mayor razón, ahora que ya hemos sido justificados por su sangre, seremos salvados por él del castigo final. Porque, si cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo, con mucho más razón, estando ya reconciliados, recibiremos la salvación participando de la vida de su Hijo. Y no sólo esto, sino que también nos gloria­mos en Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

R. Aleluya, aleluya.
El Reino de Dios ya está cerca, dice el Señor. Conviértanse y crean en el Evangelio. R.

EVANGELIO

MONICIÓN

Nuestro Señor escoge a doce apóstoles para que vayan a procla­mar el Reino de los cielos. Los envía con un poder gratuito que ellos han de ejercer gratuitamente.

Jesús envió a sus doce apóstoles con instrucciones.

Del santo Evangelio según san Mateo: 9, 36-10, 8

En aquel tiempo, al ver Jesús a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pas­tor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los traba­- jadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.

Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.

Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayan a tie­rra de paganos ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gra­tuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”. Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice Credo

PLEGARIA UNIVERSAL

Oremos, hermanos, al Señor, que conoce y sabe cuáles son las verdaderas necesidades de los hombres. Después de cada petición diremos: Padre, escúchanos,

  • Oremos por la santa Iglesia, para que Dios, nuestro Señor, aumente el número de sus fieles, aleje de ella toda división y escuche las ple­garias que le dirigen todos los cristianos del mundo. Oremos. Padre, escúchanos,
  • Oremos por los gobernantes de nuestra patria y de todos los pue­blos, para que Dios les dé sabiduría y fuerza para gobernar y dirigir con paz y justicia el pueblo que tienen encomendado. Oremos, Padre, escúchanos,
  • Oremos por los refugiados, que han tenido que dejar su patria, para que nuestro Señor les conceda encontrar lugares más seguros para vivir y desarrollarse. Oremos, Padre, escúchanos,
  • Oremos por los papás, para que den buen testimonio en todas partes del amor del Padre por nosotros, especialmente en su familia. Oremos, Padre, escúchanos,
  • Oremos por quienes hoy nos hemos reunido aquí en su nombre: para que nuestro Señor escuche benignamente nuestras oraciones. Oremos. Padre, escúchanos,

Dios nuestro, escucha las oraciones de tu pueblo y concédenos vivir en plena unión contigo, tanto en el sacrificio de alabanza como en el servi­cio a nuestros hermanos, para que así lleguemos a ser delante de los hom­bres anunciadores y testigos del Evangelio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Tú que con este pan y este vino que te presentamos das al género humano el alimento que lo sostiene y el sacramento que lo renueva, concédenos, Señor, que nunca nos falte esta ayuda para el cuerpo y el alma. Por Jesu­cristo, nuestro Señor.

Prefacio para los domingos del Tiempo Ordinario.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Sal 26, 4

Una sola cosa he pedido y es lo único que busco, habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Señor, que esta santa comunión, que acabamos de recibir, así como signi­fica la unión de los fieles en ti, así también lleve a efecto la unidad en tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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