DOMINGO 12 de octubre 2025 –  Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario

ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 129, 3-4

Si conservaras el recuerdo de nuestras faltas, Señor, ¿quién podría resistir? Pero tú, Dios de Israel, eres Dios de perdón.

ORACIÓN COLECTA

Te pedimos, Señor, que tu gracia continuamente nos disponga y nos acompañe, de manera que estemos siempre dispuestos a obrar el bien. Por nuestro Señor Jesucristo…

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Volvió Naamán a donde estaba el hombre de Dios y alabó al Señor.

Del segundo libro de los Reyes: 5, 14-17

En aquellos días, Naamán, el general del ejército de Siria, que estaba leproso, se bañó siete veces en el Jordán, como le había dicho Eliseo, el hombre de Dios, y su carne quedó limpia como la de un niño.
Volvió con su comitiva a donde estaba el hombre de Dios y se le presentó diciendo: ”Ahora sé que no hay más Dios que el de Israel. Te pido que aceptes estos regalos de parte de tu siervo”. Pero Eliseo contestó: “Juro por el Señor, en cuya presencia estoy, que no aceptaré nada”. Y por más que Naamán insistía, Elíseo no aceptó nada.


Entonces Naamán le dijo: “Ya que te niegas, concédeme al menos que me den unos sacos con tierra de este lugar, los que puedan llevar un par de mulas. La usaré para construir un altar al Señor, tu Dios, pues a ningún otro dios volveré a ofrecer más sacrificios”.

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 97, 1. 2-3ab. 3 cd-4.
R/. El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.

Cantemos al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas. Su diestra y su santo brazo le han dado la victoria. R/. El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.

El Señor ha dado a conocer su victoria y ha revelado a las naciones su justicia. Una vez más ha demostrado Dios su amor y su lealtad hacia Israel. R/. El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.

La tierra entera ha contemplado la victoria de nuestro Dios. Que todos los pueblos y naciones aclamen con júbilo al Señor. R/. El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.

SEGUNDA LECTURA

Si nos mantenemos firmes, reinaremos con Cristo.

De la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo: 2, 8-13

Querido hermano: Recuerda siempre que Jesucristo, descendiente de David, resucitó de entre los muertos, conforme al Evangelio que yo predico. Por este Evangelio sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso lo sobrellevo todo por amor a los elegidos, para que ellos también alcancen en Cristo Jesús la salvación, y con ella, la gloria eterna.


Es verdad lo que decimos: “Si morimos con él, viviremos con él; si nos mantenemos firmes, reinaremos con él; si lo negamos, él también nos negará; si le somos infieles, él permanece fiel, porque no puede contradecirse a sí mismo”.

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO 1 Tes 5, 18
R/. Aleluya, aleluya.

Den gracias siempre, unidos a Cristo Jesús, pues esto es lo que Dios quiere que ustedes hagan.

R/. Aleluya, aleluya.

EVANGELIO

¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?

Del santo Evangelio según san Lucas: 17, 11-19 1

En aquel tiempo, cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea. Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: “¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!”. 
Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra.      


Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ése era un samaritano. Entonces dijo Jesús; “¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?” Después le dijo al samaritano: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

HOMILÍA

Se ha hecho viral en las redes sociales, el momento en que el Secretario del Comité Nobel en Oslo, Noruega, le informa a María Corina Machado, que en unos momentos se daría a conocer a la opinión pública que era merecedora del Premio Nobel de la Paz 2025. Su respuesta, después de la sorpresa que le hizo manifestar, “Oh my God”, fue dar gracias. Y dar gracias por un premio que ella reconoce es de todo un movimiento, todo una sociedad, que busca la paz en Venezuela. “Este es un logro para toda la sociedad, yo solo soy una persona, no lo merezco”. El motivo del reconocimiento, expresó el secretario: “su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano” y “su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”. Con humildad y todavía sorprendida, María Corina expresó: “No tengo palabras”, “me siento honrada, y muy agradecida en nombre del pueblo venezolano”.


De este hecho, trascendental en la vida del pueblo venezolano en particular, y de todos los pueblos latinoamericanos, podemos revisar dos acciones, la gratuidad y el agradecimiento. Gratis, un regalo, todo un don, que el grupo del Premio Nobel otorgue este reconocimiento por la paz a cualquier persona o grupo. Muchos lo buscan, hacen propaganda en el radio, apremian tiempos para que sus acciones coincidan con este reconocimiento anual y mundial y se les conceda. Buscan prestigio social, quizá hasta los nada despreciables casi 21.5 millones de pesos que acompañan al premio. Otros se sorprenden, los reciben con humildad, sabiendo que el prestigio no es personal, sino una real ayuda para conseguir la paz. Es un verdadero agradecimiento, como el de María Corina Machado, en nombre del pueblo venezolano.


La vida está repleta de dones del Señor. Siendo un Dios de amor, de misericordia,
generoso hasta el extremo, nos obsequia todo. Nos regala la vida, la creación, el agua y
la salud; nos regala el de-talle cotidiano en la sonrisa de la hija, del nieto; es gratuito su
interés por poner en nuestro camino excelentes amigos, una familia tal como la que tenemos. Es todo un don gratuito el admirar como cae el sol al atardecer en la montaña, y no menos, el darme cuenta de todas las cualidades que poseo. Reconocemos como don la sabiduría del doctor que cura nuestras lepras, todas nuestras enfermedades, al igual que múltiples dones nos la dan la melancolía rítmica del poeta, de los colores con que el pintor da forma el retrato de mi madre en el lienzo, o el recuerdo de aquel amor al oír la canción del inspirado compositor; regalos que mueven nuestros sentidos y
admiramos, gustamos y agradecemos tanto don recibido. Gran regalo el que podamos apreciar tantos gestos nobles, hermosos y admirables que suceden todos los días en cualquier parte del mundo.


Todo es gratuito… no todo es agradecido; no todos los dones nos motivan y les damos seguimiento. O como dicen algunos teólogos, reflexionando sobre el evangelio de hoy, no de toda curación se sigue una salvación. Diez leprosos son curados, uno solo es salvado. Jesús es compasivo y misericordioso, sale al camino para entregar el don necesario para el desvalido, el que es despreciado, quien sufre persecución, o que su mismo cuerpo se vive la carencia de algo que no le permite vivir en total plenitud, una lepra, cualquiera que sea.


Jesús actúa. Nos regala, nos permite alcanzar toda clase de salud: psicológica, física, afectiva, social. Le interesa curar todas las lepras que marginan a los demás. Desde ese mal que destruye la piel, hasta todas las lepras sociales que imposibilitan que la dignidad humana se viva en plenitud, muchas veces en lo mínimo. La lepra que puede llamarse falta de democracia, la lepra que produce hambre, la lepra que asesina o desintegra las personalidades por el abuso de las drogas… tanta y tantas “lepras”. Y contrario, Jesús, tanta y tanta misericordia, tantos y tantos dones.


Por supuesto que todos recibimos dichos dones, todos queremos vivir sanos, ansiamos sentirnos en paz con nosotros mismos, bien ubicados en nuestra realidad, aceptados y, si se puede, reconocidos por los demás. Y esto es bueno. Quedamos curados, nos liberamos de ataduras, somos de nuevo reconocidos, integrados, por los “sacerdotes” de la sociedad actual en los distintos ámbitos del quehacer humano.


Jesús no espera de nosotros, pero valora y mucho, al que se deja sorprender por la curación y reconocerse agraciado. No todos lo hacen, solo una minoría. En el caso del Evangelio de diez, solo “uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias”. Para colmo, y como es una constante en el Evangelio de Lucas, es un pagano, un samaritano, un ancestro de los palestinos de hoy.


No solo ha sido curado: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”. La fe trasciende. La gratuidad absoluta de Dios, no solo exige nuestra gratitud, nos obliga a imitarle en una total disponibilidad y entrega sincera los demás. Esa gratuidad no puede estar condicionada por nada. Se debe aplicar a todos y en todas las circunstancias. Un ejemplo ha sido el recorrido del pueblo venezolano en busca de una verdadera democracia, hoy reconocida por este premio novel de la paz. Otro ejemplo: los grupos solidarios que buscan el apoyo humanitario al pueblo palestino en Gaza. Claro, las madres que no dejan de buscar a sus hijos desaparecidos y, como a Claudia, vivir en paz, al encontrar los restos de su hijo con la seguridad de que él ha encontrado la salvación total.


Si, que todos logremos nuestra curación de todos los males posibles. Pero está de nuestra parte sabernos agradecidos “por tanto don recibido”, diría San Ignacio de Loyola, y ese agradecimiento nos mueva a vivir “alabando a Dios en voz alta, postrarnos a los pies de Jesús y darle las gracias”, mediante el servicio, el cuidado de los demás y de nuestro mundo tan herido.


Y antes de proclamar esta fe que nos hace agradecidos y nos moviliza a amar, comparto este Credo de José Enrique Galarreta:

Creo que Dios es mi Padre,
mi médico, mi libertador
el que lo crea todo para bien,
el que trabaja sin descanso por sus hijos.

Creo más que a mi ojos a su Palabra,
Jesús, el Hombre lleno del Espíritu,
que es luz, camino y verdad,
que es agua, pan y vino,
nacido de María,
entregado hasta la muerte,
vivo para siempre junto a Dios.

Creo en el Espíritu, el Viento de Dios,
porque lo he visto resplandecer en Jesús
y lo sigo sintiendo en mí y en la Iglesia.

Por Jesús y por su Espíritu
creo en el perdón, creo en la humanidad,
creo que en la Iglesia está el Espíritu,
creo que la vida es eterna,
y la espero para mí y para todos,
por el poder y la bondad del Padre
manifestada en Jesucristo, nuestro
Señor.

P. José Luis Serra, S.J.

Se dice Credo.

PLEGARIA UNIVERSAL

Pidamos, hermanos, al Señor que escuche nuestras súplicas y acoja nuestras peticiones. Digamos confiadamente R/. Te rogamos, Señor.

Oremos a Dios Padre por el Papa León XIV, por nuestro obispo N., y por todos aquellos a los que se han confiado nuestras almas; que nuestro Señor les dé la fuerza y sabiduría para dirigir y gobernar santamente las comunidades que les han sido encomendadas y puedan así dar buena cuenta cuando se les pida. Roguemos al Señor.

Oremos también para que Dios nos conceda la paz; que él, que es la verdadera paz y el origen de toda concordia, transmita la paz del cielo a la tierra, la paz espiritual para nuestras almas y la paz temporal para nuestros días. Roguemos al Señor.

Pidamos por los que se esfuerzan en seguir las sendas del Evangelio, para que nuestro Señor los mantenga en este santo propósito hasta el fin de sus días; oremos también por los que viven en pecado, para que nuestro Señor les dé la gracia de convertirse, hacer penitencia y purificarse en el sacramento del perdón y alcanzar así la salvación eterna. Roguemos al Señor.

Oremos, finalmente, a Dios nuestro Señor por los fieles difuntos, que han salido ya de este mundo, especialmente por nuestros familiares, amigos y bienhechores, para que el Señor, por su gran misericordia, los reciba en su gloria y los coloque entre los santos y elegidos. Roguemos al Señor.

Dios nuestro, que al darnos la vocación cristiana nos pides estar siempre dispuestos a anunciar el Evangelio por todo el mundo, escucha nuestras oraciones y concédenos aquella valentía y libertad apostólicas que son necesarias para hacer presente en el mundo tu palabra de amor y tu mensaje de paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor, las súplicas de tus fieles junto con estas ofrendas que te presentamos, para que, lo que celebramos con devoción, nos lleve a alcanzar la gloria del cielo.       Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio para los domingos del Tiempo ordinario

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Sal 33, 11

Los ricos se empobrecen y pasan hambre; los que buscan al Señor, no carecen de nada.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Dios nuestro, te pedimos que así como nos nutres con el sagrado alimento del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, nos hagas participar de tu naturaleza divina. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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