EL JUICIO FINAL
Éx 3,1-8.13-15; Sal 102; 1 Cor 10,1-6.10-12; Lc 13,1-9

Nuestras vidas individuales, y la historia humana, parecieran un flujo interminable de momentos casuales. Pero las lecturas de este domingo proclaman que no es así.

En Éxodo, por ejemplo, Dios afirma que “he bajado para arrancar a mi pueblo de la mano de los egipcios” (v. 8). De esa forma, no abandona a los hebreos a los azares de su cautividad, sino que establece un final feliz para los buenos.

En Lucas, como un ejemplo más, vemos que Dios creó la vida para dar fruto. No quiere vidas sin dirección y estériles, pero permite que se rescaten y fructifiquen por medio de la conversión. No sorprende, por lo tanto, que la fe cristiana hable de un juicio final: la historia, y nuestras vidas individuales, tienen una finalidad que le otorga a esa fe su significado más profundo y que, en última instancia, sólo Dios puede evaluar.

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