Lucas 5, 27-32
I Domingo de cuaresma
“No son los sanos los que necesitan el médico, si no los enfermos”
Primer domingo de cuaresma. Estamos ya en esta época de revisión personal y comunitaria, de profundización del sentido de nuestra fe, de preguntarnos cómo es realmente nuestro seguimiento de Jesús. El Papa Francisco, en su mensaje de esta cuaresma nos invita:
“La ascesis cuaresmal es un compromiso, animado siempre por la gracia, para superar nuestras faltas de fe y nuestras resistencias a seguir a Jesús en el camino de la cruz… Para profundizar nuestro conocimiento del Maestro, para comprender y acoger plenamente el misterio de la salvación divina, realizada en el don total de sí por amor, debemos dejarnos conducir por Él a un lugar desierto y elevado, distanciándonos de las mediocridades y de las vanidades. Es necesario ponerse en camino, un camino cuesta arriba, que requiere esfuerzo, sacrificio y concentración, como una excursión por la montaña.”
La liturgia de hoy nos presenta dos procesos en que reflexionar, ambos sobre las acechanzas del mal a las personas. Uno el Génesis; todo ser humano, representados simbólicamente por una primer pareja en la historia; el otro proceso: Jesús ante las tentaciones. En el primer caso triunfa la debilidad, la caída inmediata; en el segundo, la fuerza, la capacidad de resistir en la prueba.
El primer ejemplo, nos muestra la psicología del pecado. Empieza por el encubrimiento de la falsedad, del error. El símbolo, una serpiente, que, además, representa una diosa del país vecino. Serpiente, pues, que por un lado encubre la realidad, y por otra, lleva a falsos dioses.
Los pasos del encubrimiento:
1. Empieza generando una serie de falsas concepciones, todo en el nivel de las ideas: “¿Por qué me tengo que limitar?” “Yo puedo hacer lo que quiera con mi cuerpo, con todo lo que está a mi alrededor.” “Su Señor es inhumano y cruel, les impone algo terrible.”
2. Estas ideas, las palabras, son tan burdas que al principio son de fácil rechazo. Pero la tentación es insistente, no cede.
3. Cambia de táctica. Ahora toca lo sensible de la persona, la seduce mediante los sentidos, en este caso por el gusto: “los frutos de aquel árbol le parecieron a la mujer apetitosos”
4. Ya minado lo afectivo, llega a la falsa razón, y ataca la soberbia de la persona, a que se independice de Dios, a sentirse el centro, capaz de por ella, por él mismo, conocer y dominar todo: “si comen eso frutos, se les abrirán los ojos y serán como dioses, pues conocerán el bien y el mal”
5. La tentación busca la complicidad; trata de contagiar a otros utilizando el mismo proceso psicológico del error: “le dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió”
6. Consecuencia: negación del error, rompimiento y justificación final: “se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos”. Tan bello es el ser humano y lo hemos convertido en objeto de pecado, de deseo mal sano.
En el segundo caso, Jesús, como verdadero hombre, también sufre la tentación. San Mateo la ubica en un desierto. Toda vida humana es un desierto donde se suceden los hechos, unos de vida, otros de tentación. Jesús, pues, vive las tentaciones, al igual que cada uno de nosotros, a través del proceso de toda su vida. La diferencia es que tiene la capacidad de vencerlas. Las tentaciones de Jesús son semejantes a las tentaciones que cada uno de nosotros vivimos y ante las cuáles tenemos que luchar.
La primera tentación consiste en hacer de la satisfacción de las necesidades materiales el objetivo absoluto de nuestra vida; pensar que la felicidad última del ser humano se encuentra en la posesión y el disfrute de los bienes. Son necesarios, pero no absolutos. La alternativa que vive Jesús para vencer dicha tentación es la de compartir en lugar de acaparar, de trabajar productivamente para bien de la comunidad y no explotar al prójimo solo para un poseer acaparador y egoísta.
La segunda tentación consiste en buscar el poder, el éxito o el triunfo personal, por encima de todo y a cualquier precio. Incluso siendo infiel a la propia misión y cayendo esclavo de las idolatrías más ridículas. La propuesta de Jesús, su testimonio, es que la persona acierta no cuando busca su propio prestigio y poder, en la competencia y la rivalidad con los demás, sino cuando es capaz de vivir en el servicio generoso y desinteresado a los hermanos.
El tercer error consiste en tratar de resolver el problema último de la vida, sin riesgos, luchas ni esfuerzos, utilizando interesadamente a Dios de manera mágica y egoísta. Es pedir a Dios pruebas que corroboren la misión encomendada, en dudar de la presencia y la protección de Dios: «¿Está o no está con nosotros el Señor?». Pero Jesús tiene una confianza plena en Dios, en su proyecto, en su presencia: «No tentarás al Señor tu Dios» lo vive como consigna. La vida, la misión no es fácil, hay que estar discerniendo los caminos concretos, pero Jesús nunca duda de su presencia, de que ahí está, de no perder la confianza en él.
Las lecturas de hoy nos invitan a desenmascarar nuestro proceso psicológico interno de pecado, a descubrir cómo se dan las tentaciones en mi vida: de poseer, de poder, de soberbia. Pero, sobre todo, de la manera cómo nos ayuda el ejemplo de Jesús, la misericordia de Dios hecha hombre. Como recuerda san Pablo a los romanos, “El don de Dios supera con mucho al delito. Pues si por el delito de un solo hombre todos fueron castigados con la muerte, por el don de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos la abundancia de la vida y la gracia de Dios”.
Ambigüedades, de Matu Hardoy, en Rezando Voy de este día, nos anima a vernos, si limitados, pero tan humanos como Jesús.
Ay, corazón,si serás misterioso.
Que cuando te olvidan, recuerdas.
Cuando te piden silencio, gritas.
Cuando necesitas frenar,
te aceleras.
Cuando te sientes vacío,
no sabes esperar.
Cuando estás acompañado reclamas soledad,
y solo, sientes que jamás tendrás paz.
Siempre estás pidiendo tiempo,
pero no sabes aburrirte.
Ambiguo, apasionado, misterioso y complejo.
Así te quiero querer, corazón tan míoy tan nuestro.
Y así quiero querer,
de ese modo tan mío y tan tuyo.