LA PASIÓN ES UNA TEOFANÍA
Is 52, 1353, 12; Sal 30; Heb 4,14-16; 5, 7-9; Jn 18, 1-19,42
Isaías canta el cuarto cántico del siervo de Yahvé, donde explicita más abiertamente su sufrimiento sin causa y su victoria final. El asombro de muchos consiste en pensar que sus padecimientos son un castigo divino pero los espectadores tendrán que reconocer que ellos son los culpables. Así pues, la pasión del siervo tenía como fin la expiación de los pecados.
El evangelista Juan no deshecha tal fondo antiguo, pero lo lleva a un nivel trascendente. Por lo tanto, en su narración de la pasión de Cristo no menciona la agonía ni el beso de Judas ni la huida de los discípulos, sino elementos divinos, como las palabras “Yo Soy.” Le interesa mostrar la sublime majestad de Jesús. El sufrimiento y muerte de este siervo de Yahvé asume el valor de una teofanía (manifestación de Dios al hombre) que deja a sus espectadores perdonados y asombrados.
El día de hoy y el de mañana, por una antiquísima tradición, la Iglesia omite por completo la celebración de los Sacramentos, excepto el de la Penitencia y el de la Unción de los enfermos.
En este día la sagrada Comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; pero a los enfermos que no puedan tomar parte en esta celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día.
El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candeleros y sin manteles.